viernes, 2 de noviembre de 2012



Capítulo 1:
Hacía ya diez años de aquello y esa niña era yo. Desde la muerte de mi madre, mi vida dio un cambio radical. Cuando era pequeña, mi madre siempre me contaba un cuento antes de dormir pero cuando se murió, mi infancia se terminó, dejando las historias de princesas y los cuentos de hadas atrás. Mi padre trabajaba hasta muy tarde y yo me las tenía que apañar sola. Me hacia la comida sola, me hacia la cama, hacía los deberes sin ayuda de nadie. Y es que la relación entre mi padre y yo nuca ha sido muy buena. Sus reglas a veces son estrictas, mejor dicho siempre, como la de no traer nunca amigas a casa, sólo puedo irme yo a sus casas. Es algo que todavía no he llegado a entender. 

Hace dos años me cambió de instituto porque me había hecho amiga de un chico. Según él, la relación entre chico y chica, está estrictamente prohibida mientras esté bajo su techo. Por eso todas las amigas que tengo en el instituto son chicas. Hoy es el primer día de instituto después de 2 meses de vacaciones. El despertador empieza a sonar con ese insoportable pitido y no me queda otra que despertarme. Lo paro y me voy directa al baño y lo cierro con pestillo. Me lavo la cara y las manos con agua fría, me maquillo, me cambio de ropa y me peino. Cuando termino, me voy a la habitación de mi padre y le hago levantarse. Cuando baja, ya he preparado el desayuno, puesto la mesa y empezado a desayunar.

-Te he dicho millones de veces que me esperes para desayunar-gruñe mi padre.

-L… Lo siento pero es que no quiero llegar tarde el primer día de instituto después de dos meses de vacaciones-le digo yo.

-Excusas, excusas.

Termino de desayunar y sin esperar a que mi padre termine de desayunar me subo arriba y me lavo los dientes. Bajo abajo, cojo las cosas y antes de abrir la puerta, digo:

-Papá me voy al instituto.

-¡No! ¡Te llevo yo!

-Pero papá… Ayer te pregunté si podía ir en autobús con mi mejor amiga y me dijiste que sí.

-Yo nunca he dicho eso.

-Sí que lo dijiste. Una cosa es que no te acuerdes y otra cosa es que no lo hayas dicho.

-¡¡No te hagas la listilla conmigo!!¿¡Me estás llamando mentiroso?!

-No…

-Pues entonces te llevo yo y no hay más que hablar.

-Papá… Por favor-le ruego yo.

Mi padre resopla y dice:

-Está bien pero no llegues tarde y si has quedado con una amiga a dormir me llamas para avisarme.

-Sí papá, adiós.

Y dicho esto me fui de camino al autobús donde estaba ya mi amiga Rebecca.

-Hola Ari-me dijo Rebe.

-Hola Rebe ¿Qué tal estas vacaciones?

-Genial, ¿y tú?

-Muy bien, aquí en casa con mi padre.

-Como cada año, vamos.

-Sí.

El autobús llegó y nosotras nos subimos en él. Vamos hablando sobre lo que hemos hecho estas vacaciones, yo en casa y ella en Nueva York. Nos vamos echando unas cuantas risas y no paramos de hablar en todo el trayecto. Ella me cuenta que ha conocido a un chico increíble y que ahora son novios. La felicito y le digo que me lo cuente todo en detalles. Estoy muy contenta por ella pero a la vez la envidio. Me gustaría tener un padre y una madre y viajar los tres juntos a algún sitio. Pero eso nunca será posible. Llegamos al cole donde están todas mis amigas ahí reunidas. Están Anna, Clara, Merche, Lucía, Esme, Celia, Berta y Rebe. Luego estaban las demás chicas con las que también me llevaba muy bien. Entramos a clase y justo cuando estábamos a punto de comenzar, llega Lucas. 

El profesor le dice que no vuelva a repetirse y le dice que se siente en un pupitre justo al lado del mío. Toda mi atención se centra en él. Su pelo, sus ojos azules que tanto me gustan, sus labios. Cuando se sienta y se da cuenta que le estoy mirando, me sonríe y yo giro la cabeza sonrojada. No es que me guste ni nada eso, pero hay que reconocer que está muy bueno. Cuando se acaba la clase, mis amigas y yo nos vamos caminando y riéndonos al patio. Nos vamos a nuestro árbol, como siempre, y todas nos sentamos en el suelo, en círculo. De repente veo como Lucas se despide de un amigo suyo y se acerca a nosotras. ¿Qué querrá decirnos? Cuando ya está a unos cuantos centímetros nos dice:

-Hola chicas-y luego se gira para mirarme  y dedicarme un sonrisa-¿Puedo hablar un momento a solas contigo?

-Cl…Claro-dije yo.

Entonces él se apoya a un árbol no muy lejos de aquí y yo voy siguiéndole por detrás. Cuando llegamos nos sentamos los dos.

-Mira… Es para lo del trabajo de Sociales.  La exposición esa sobre las tribus africanas. Pues que me preguntaba si podíamos hacerlo juntos.

Yo y el tío más bueno(al menos para mí) juntos haciendo un trabajo de sociales. Será divertido. El problema es que como mi padre se entere de que estoy con un chico y encima en su casa, me mata y lo más seguro es 
que me cambiaría de instituto. Pero no tenía por qué enterarse, al menos de momento

-Porque no… No estaría mal… Vale, pues hacemos el trabajo de Sociales juntos-le dije yo con una sonrisa.

-¿Te iría bien quedar este sábado?

-¡Claro que me viene bien! ¿A qué hora?

-¿Sobre las diez en mi casa?

-Vale y, ¿Dónde está?

Lucas comienza a darme explicaciones de donde está su casa y que número es. Al parecer era una casa bastante grande, pintada por fuera de blanco, con un garaje enorme. Cuando terminó de darme explicaciones, cada uno nos fuimos por un lado y cuando llegué donde estaban mis amigas, me dijeron que les explicara con pelos y señales lo que me había dicho y les pido que si alguna de ellas puede cubrirme diciéndole a mi padre que estoy en su casa durmiendo o algo así para que no tenga que hablar con él. Todas dicen que sí con la cabeza y seguimos hablando y haciendo las locas, como en casi todos los patios hasta que suena el timbre y entonces volvemos a clase para trabajar dos últimas horas. 

Cuando toca la última hora, que es Sociales, todo el mundo empieza a decir con quien va para hacer el grupo y después de eso da las fechas de la exposición. La nuestra nos la pone para el martes, en una semana y luego empieza su aburrida clase en la que me gustaría sacar una almohada y dormirme en ella. Pero por desgracia no puedo y lo único que puedo hacer es desconectar. Y es lo que hago. Empiezo a pensar en el sábado, él y yo, los dos solos, en su habitación, haciendo un trabajo de Sociales. Sólo de pensarlo, esbozo una sonrisa tonta. Cuando me dispongo a irme caminando hasta mi casa, como hago siempre, veo a Lucas que corre hacia mi dirección para alcanzarme.

-¡Espera! ¡Espera! Deja que te lleve a casa.

-No, lo siento es mejor que vaya yo sola.

-¿Por qué?

-Pues porque…porque…porque mi padre quiere que vaya sola hasta casa.

-¡Qué tontería! Va, déjame llevarte a casa-dijo Lucas con cara de niño bueno.

 -Bueno está bien

¿Quién podría resistirse a su mirada de niño bueno? Porque yo, la verdad es que no. Le dediqué una sonrisa y empezamos a caminar hacia mi casa. Al parecer, Lucas no vivía muy lejos de aquí. Que raro que no lo sabía  porque normalmente mi mejor amiga Rebe se entera de si hay algún tío bueno en nuestra urbanización. Le diré que este sábado he quedado con Rebe para hacer la exposición de Sociales y así no sospechará nada, ¿no? Cuando ya estábamos a unos cuantos metros de mi casa, me paré porque si mi padre me veía con él, ya la había cagado, y le dije:

-Hasta aquí ya está bien.

-¿Dónde está tu casa?

-Está unos metros más allí

-Pues ya que te he acompañado hasta aquí, te acompaño hasta tu casa.

-No, no, no hace falta.

-Insisto en que tendría que llevarte hasta la puerta de tu casa.

-Por favor Lucas…-le suplico yo- No hace falta enserio, no me va a pasar nada.

-Está bien-dice resignado.

-Entonces hasta mañana, ¿no?

-Sí, hasta mañana-Me dijo guiñándome un ojo y dedicándome una sonrisa tremendamente irresistible.

Y  despidiéndome de Lucas con dos besos en la mejilla, me voy dirección a casa. Pero, a lo lejos, veo que mi padre está fuera de casa y nos ha visto pero decido hacer como si nada.

-Hola papá. ¿Qué tal el día? ¿Te ha ido bien el trabajo?

-Mírala, disimulando. ¿Te crees que no he visto como le dabas dos besos en las mejillas a ese chico?

-Yo…yo no le he dado ningún beso en la mejilla. Ni siquiera he estado con un chico -miento yo.

-¿ME ESTÁS LLAMANDO MENTIROSO? Es que además de desobediente eres una mentirosa. ¡Niña estúpida! ¡Nunca deberías haber nacido!

Al escuchar estas palabras tan dañinas, lágrimas empezaron a brotar de mis ojos.

-El que no debería haber nacido eres tú, idiota. Yo no te quiero como padre. Sabes lo que es venir a casa y encontrarte con un padre que está siempre de malhumor y que nunca en su vida le ha dicho unas palabras tan fáciles como “te quiero” o “pásatelo bien” o “te echaré de menos”. Pero no, nunca me lo has dicho y creo que nunca lo harás. Te odio. Desearía que mamá no estuviera muerta y, porque no, no haberte tenido nunca como padre. Déjame en paz ya de una vez, llévame al orfanato, donde estaré mucho mejor que contigo. Compórtate como un hombre y confiesa ya. Confiesa antes de que mi vida se convierta en un infierno. Por favor,   por favor papá, alguien  por favor, ayuda, que alguien me despierte de esta pesadilla sin fin-mi voz iba apagándose hasta que ya ninguna palabra de mi boca.

Y, al decir esto, ya sabía lo que me esperaba. Pero es que el problema es que no supe controlarme. No supe callarme y ahora tenía que esperar las consecuencias. Mi padre empezó a irse de sus casillas y me dio una bofetada  demasiado fuerte a mi parecer. Me llevé la mano en la mejilla pero antes de que pudiese  reaccionar, mi padre me empujó por las escaleras de fuera de casa, no sin antes mirar si había alguien por la calle. Y de repente, mi mirada se nubló y lo vi todo negro. 

Por eso decía que quería tener una vida normal.  Por eso decía que quería tener dos padres que me quieran. Porque sí, la verdad es que mi padre me pega. Me pega desde que soy pequeña. Hasta pegaba a mi madre. Creo que mi padre nunca ha querido a nadie ni jamás lo hará. Porque un monstruo como él no puede tener sentimientos. Porque un monstruo como él no debería existir jamás.
Pero parece ser que el dicho “lo que se da, se recibe” es cierto ya que el padre no miró bien. Alguien había estado en una esquina observándolo todo. Y esa persona se había quedado de piedra y no muy dispuesta de quedarse callada.



Prólogo:
Un día de otoño, en una casa alejada de la ciudad, con grandes ventanales, con un portal bastante grande, de vidrio y con un amplio jardín, una niña duerme tranquilamente en su cama. Tiene un sueño muy ligero y con el mínimo ruido se desvelaría. Se oye el ruido de un coche que arranca. La niña se despierta de golpe y se levanta para asomarse por la ventana. Se fija en la persona que está en el coche. Su madre.

-¡¡Mamá!!-grita la niña para que ella le escuche-¡¡Mamá!!¿Dónde vas?
La madre, al oír gritar a su hija, abre la ventana y le responde:

-Mamá se va a trabajar, no te preocupes por mí. Vete a la cama, que mañana tienes que madrugar para ir al colegio.

-¿Cuándo volverás?

-Muy pronto, mi vida, muy pronto. Ya verás como el tiempo se pasará muy rápido.

La niña no quiere irse a dormir hasta que el coche de su madre  haya desaparecido así que se queda en la ventana, diciéndole adiós con la mano. Pero la pobre niña no sabe que va ser un adiós definitivo, un hasta nunca. Y es que nada más el coche ha arrancado y ha avanzado unos cuantos metros, aparece otro coche en medio de un cruce, que conduce a una velocidad vertiginosa. Él, al verla en medio de su camino, intenta frenar con todas sus fuerzas pero no puede evitar darse contra el coche de su madre, que sale disparado hasta chocarse contra una farola. La niña se queda petrificada ante tal escena y va corriendo en pos de su madre,  bajando las escaleras lo más rápido posible. Pero justo cuando iba a poner la mano en el pomo de la puerta para abrirla, su padre se interpone en su camino.

-¿Dónde te crees que vas?-le grita él.

-Yo…Mamá…Coche…Chocarse…y…y…y-dijo la niña llorando.

-¡¡¡A ver para de llorar y dime lo que ha pasado!!!-grita el padre.

La niña no consigue controlarse y menos cuando su padre le está gritando. Ella sigue y sigue llorando. Las lágrimas le nublan la vista y su mente está en blanco. No quiere aceptar lo que ha pasado, sólo quiere que el tiempo  vaya hacia atrás, sólo quiere que su madre esté junto a ella, abrazándola, diciéndole que la quiere, contándole un cuento por las noches. Siente que sus piernas le flaquean y siente como todo su mundo se le viene abajo. Las palabras no salen de su boca, tan sólo sollozos y gemidos, así que señala con el dedo el accidente que hay fuera y en un susurro dice “Mama”. 

Un susurro que hace estremecer a su padre. Éste se va corriendo hacia el lugar donde está su mujer y lo que ve ahí le deja de piedra. Siente como miles de agujas se clavan por todo su cuerpo, produciendo un dolor insoportable y derrama una lágrima, que rápidamente limpia de su rostro. Y la tristeza que siente se transforma en ira hacia ese señor.

-¡¿Qué le has hecho a mi mujer!? ¡¡Contesta, maldito cabrón!!

-Yo…iba muy rápido con el coche, intenté frenar pero no lo conseguí. Acabo de llamar a la ambulancia. 

Vendrá dentro de poco. Si hay algo que pueda hacer, hágamelo saber. Estoy terriblemente arrepentido.

-Tú… ¡Nos veremos en los tribunales!

-Estoy dispuesto a sufrir las consecuencias, lo que he hecho no lo podré arreglar jamás, de veras que lo siento -dijo el hombre mostrándose muy sincero y a la vez muy nervioso.

-Como no sobreviva, como le pase algo, le juro que no se lo perdonaré nunca.

La conversación se dio por terminada y poco después llegó la ambulancia. El marido observaba como ponían a su mujer en una camilla y como la depositaban en la ambulancia. Le cogió de la mano y no se la soltó en ningún momento.

-No te vayas, te necesito… Y tu hija también te necesita, más de lo que te imaginas. Ya verás como saldrás de esta. Te lo prometo.

El trayecto se le hizo demasiado corto, no quería que la separaran de él, no quería perderla de vista en ningún momento. Se sintió indispuesto, viendo como su mujer desaparecía  detrás de esa puerta, viendo como se perdía sus últimos momentos de vida…