Capítulo 1:
Hacía ya diez
años de aquello y esa niña era yo. Desde la muerte de mi madre, mi vida dio un
cambio radical. Cuando era pequeña, mi madre siempre me contaba un cuento antes
de dormir pero cuando se murió, mi infancia se terminó, dejando las historias
de princesas y los cuentos de hadas atrás. Mi padre trabajaba hasta muy tarde y
yo me las tenía que apañar sola. Me hacia la comida sola, me hacia la cama,
hacía los deberes sin ayuda de nadie. Y es que la relación entre mi padre y yo
nuca ha sido muy buena. Sus reglas a veces son estrictas, mejor dicho siempre,
como la de no traer nunca amigas a casa, sólo puedo irme yo a sus casas. Es
algo que todavía no he llegado a entender.
Hace dos años me cambió de instituto
porque me había hecho amiga de un chico. Según él, la relación entre chico y
chica, está estrictamente prohibida mientras esté bajo su techo. Por eso todas
las amigas que tengo en el instituto son chicas. Hoy es el primer día de
instituto después de 2 meses de vacaciones. El despertador empieza a sonar con
ese insoportable pitido y no me queda otra que despertarme. Lo paro y me voy
directa al baño y lo cierro con pestillo. Me lavo la cara y las manos con agua
fría, me maquillo, me cambio de ropa y me peino. Cuando termino, me voy a la
habitación de mi padre y le hago levantarse. Cuando baja, ya he preparado el
desayuno, puesto la mesa y empezado a desayunar.
-Te he dicho
millones de veces que me esperes para desayunar-gruñe mi padre.
-L… Lo siento
pero es que no quiero llegar tarde el primer día de instituto después de dos
meses de vacaciones-le digo yo.
-Excusas,
excusas.
Termino de
desayunar y sin esperar a que mi padre termine de desayunar me subo arriba y me
lavo los dientes. Bajo abajo, cojo las cosas y antes de abrir la puerta, digo:
-Papá me voy al
instituto.
-¡No! ¡Te llevo
yo!
-Pero papá… Ayer
te pregunté si podía ir en autobús con mi mejor amiga y me dijiste que sí.
-Yo nunca he
dicho eso.
-Sí que lo
dijiste. Una cosa es que no te acuerdes y otra cosa es que no lo hayas dicho.
-¡¡No te hagas la
listilla conmigo!!¿¡Me estás llamando mentiroso?!
-No…
-Pues entonces te
llevo yo y no hay más que hablar.
-Papá… Por
favor-le ruego yo.
Mi padre resopla
y dice:
-Está bien pero
no llegues tarde y si has quedado con una amiga a dormir me llamas para
avisarme.
-Sí papá, adiós.
Y dicho esto me
fui de camino al autobús donde estaba ya mi amiga Rebecca.
-Hola Ari-me dijo
Rebe.
-Hola Rebe ¿Qué
tal estas vacaciones?
-Genial, ¿y tú?
-Muy bien, aquí
en casa con mi padre.
-Como cada año,
vamos.
-Sí.
El autobús llegó
y nosotras nos subimos en él. Vamos hablando sobre lo que hemos hecho estas
vacaciones, yo en casa y ella en Nueva York. Nos vamos
echando unas cuantas risas y no paramos de hablar en todo el trayecto. Ella me
cuenta que ha conocido a un chico increíble y que ahora son novios. La felicito
y le digo que me lo cuente todo en detalles. Estoy muy contenta por ella pero a
la vez la envidio. Me gustaría tener un padre y una madre y viajar los tres
juntos a algún sitio. Pero eso nunca será posible. Llegamos al cole donde están
todas mis amigas ahí reunidas. Están Anna, Clara, Merche, Lucía, Esme, Celia,
Berta y Rebe. Luego estaban las demás chicas con las que también me llevaba muy
bien. Entramos a clase y justo cuando estábamos a punto de comenzar, llega
Lucas.
El profesor le dice que no vuelva a repetirse y le dice que se siente en
un pupitre justo al lado del mío. Toda mi atención se centra en él. Su pelo,
sus ojos azules que tanto me gustan, sus labios. Cuando se sienta y se da
cuenta que le estoy mirando, me sonríe y yo giro la cabeza sonrojada. No es que
me guste ni nada eso, pero hay que reconocer que está muy bueno. Cuando se
acaba la clase, mis amigas y yo nos vamos caminando y riéndonos al patio. Nos
vamos a nuestro árbol, como siempre, y todas nos sentamos en el suelo, en
círculo. De repente veo como Lucas se despide de un amigo suyo y se acerca a nosotras.
¿Qué querrá decirnos? Cuando ya está a unos cuantos centímetros nos dice:
-Hola chicas-y
luego se gira para mirarme y dedicarme
un sonrisa-¿Puedo hablar un momento a solas contigo?
-Cl…Claro-dije
yo.
Entonces él se
apoya a un árbol no muy lejos de aquí y yo voy siguiéndole por detrás. Cuando
llegamos nos sentamos los dos.
-Mira… Es para lo
del trabajo de Sociales. La exposición
esa sobre las tribus africanas. Pues que me preguntaba si podíamos hacerlo juntos.
Yo y el tío más
bueno(al menos para mí) juntos haciendo un trabajo de sociales. Será divertido.
El problema es que como mi padre se entere de que estoy con un chico y encima
en su casa, me mata y lo más seguro es
que me cambiaría de instituto. Pero no
tenía por qué enterarse, al menos de momento
-Porque no… No
estaría mal… Vale, pues hacemos el trabajo de Sociales juntos-le dije yo con
una sonrisa.
-¿Te iría bien
quedar este sábado?
-¡Claro que me
viene bien! ¿A qué hora?
-¿Sobre las diez
en mi casa?
-Vale y, ¿Dónde
está?
Lucas comienza a
darme explicaciones de donde está su casa y que número es. Al parecer era una
casa bastante grande, pintada por fuera de blanco, con un garaje enorme. Cuando
terminó de darme explicaciones, cada uno nos fuimos por un lado y cuando llegué
donde estaban mis amigas, me dijeron que les explicara con pelos y señales lo
que me había dicho y les pido que si alguna de ellas puede cubrirme diciéndole
a mi padre que estoy en su casa durmiendo o algo así para que no tenga que hablar
con él. Todas dicen que sí con la cabeza y seguimos hablando y haciendo las
locas, como en casi todos los patios hasta que suena el timbre y entonces
volvemos a clase para trabajar dos últimas horas.
Cuando toca la última hora,
que es Sociales, todo el mundo empieza a decir con quien va para hacer el grupo
y después de eso da las fechas de la exposición. La nuestra nos la pone para el
martes, en una semana y luego empieza su aburrida clase en la que me gustaría
sacar una almohada y dormirme en ella. Pero por desgracia no puedo y lo único
que puedo hacer es desconectar. Y es lo que hago. Empiezo a pensar en el
sábado, él y yo, los dos solos, en su habitación, haciendo un trabajo de Sociales.
Sólo de pensarlo, esbozo una sonrisa tonta. Cuando me dispongo a irme caminando
hasta mi casa, como hago siempre, veo a Lucas que corre hacia mi dirección para
alcanzarme.
-¡Espera!
¡Espera! Deja que te lleve a casa.
-No, lo siento es
mejor que vaya yo sola.
-¿Por qué?
-Pues
porque…porque…porque mi padre quiere que vaya sola hasta casa.
-¡Qué tontería!
Va, déjame llevarte a casa-dijo Lucas con cara de niño bueno.
-Bueno está bien
¿Quién podría
resistirse a su mirada de niño bueno? Porque yo, la verdad es que no. Le
dediqué una sonrisa y empezamos a caminar hacia mi casa. Al parecer, Lucas no
vivía muy lejos de aquí. Que raro que no lo sabía porque normalmente mi mejor amiga Rebe se
entera de si hay algún tío bueno en nuestra urbanización. Le diré que este
sábado he quedado con Rebe para hacer la exposición de Sociales y así no
sospechará nada, ¿no? Cuando ya estábamos a unos cuantos metros de mi casa, me
paré porque si mi padre me veía con él, ya la había cagado, y le dije:
-Hasta aquí ya
está bien.
-¿Dónde está tu
casa?
-Está unos metros
más allí
-Pues ya que te
he acompañado hasta aquí, te acompaño hasta tu casa.
-No, no, no hace
falta.
-Insisto en que
tendría que llevarte hasta la puerta de tu casa.
-Por favor Lucas…-le
suplico yo- No hace falta enserio, no me va a pasar nada.
-Está bien-dice resignado.
-Entonces hasta
mañana, ¿no?
-Sí, hasta
mañana-Me dijo guiñándome un ojo y dedicándome una sonrisa tremendamente
irresistible.
Y despidiéndome de Lucas con dos besos en la
mejilla, me voy dirección a casa. Pero, a lo lejos, veo que mi padre está fuera
de casa y nos ha visto pero decido hacer como si nada.
-Hola papá. ¿Qué
tal el día? ¿Te ha ido bien el trabajo?
-Mírala,
disimulando. ¿Te crees que no he visto como le dabas dos besos en las mejillas
a ese chico?
-Yo…yo no le he
dado ningún beso en la mejilla. Ni siquiera he estado con un chico -miento yo.
-¿ME ESTÁS
LLAMANDO MENTIROSO? Es que además de desobediente eres una mentirosa. ¡Niña
estúpida! ¡Nunca deberías haber nacido!
Al escuchar estas
palabras tan dañinas, lágrimas empezaron a brotar de mis ojos.
-El que no
debería haber nacido eres tú, idiota. Yo no te quiero como padre. Sabes lo que
es venir a casa y encontrarte con un padre que está siempre de malhumor y que
nunca en su vida le ha dicho unas palabras tan fáciles como “te quiero” o
“pásatelo bien” o “te echaré de menos”. Pero no, nunca me lo has dicho y creo
que nunca lo harás. Te odio. Desearía que mamá no estuviera muerta y, porque
no, no haberte tenido nunca como padre. Déjame en paz ya de una vez, llévame al
orfanato, donde estaré mucho mejor que contigo. Compórtate como un hombre y
confiesa ya. Confiesa antes de que mi vida se convierta en un infierno. Por
favor, por favor papá, alguien por favor, ayuda, que alguien me despierte de
esta pesadilla sin fin-mi voz iba apagándose hasta que ya ninguna palabra de mi
boca.
Y, al decir esto,
ya sabía lo que me esperaba. Pero es que el problema es que no supe controlarme.
No supe callarme y ahora tenía que esperar las consecuencias. Mi padre empezó a
irse de sus casillas y me dio una bofetada
demasiado fuerte a mi parecer. Me llevé la mano en la mejilla pero antes
de que pudiese reaccionar, mi padre me
empujó por las escaleras de fuera de casa, no sin antes mirar si había alguien
por la calle. Y de repente, mi mirada se nubló y lo vi todo negro.
Por eso decía
que quería tener una vida normal. Por
eso decía que quería tener dos padres que me quieran. Porque sí, la verdad es
que mi padre me pega. Me pega desde que soy pequeña. Hasta pegaba a mi madre.
Creo que mi padre nunca ha querido a nadie ni jamás lo hará. Porque un monstruo
como él no puede tener sentimientos. Porque un monstruo como él no debería
existir jamás.
Pero parece ser
que el dicho “lo que se da, se recibe” es cierto ya que el padre no miró bien.
Alguien había estado en una esquina observándolo todo. Y esa persona se había
quedado de piedra y no muy dispuesta de quedarse callada.